En las últimas décadas las ciudades han experimentado un desarrollo acelerado, tanto en infraestructuras como en soluciones habitacionales, impulsado por la industria, el comercio y el turismo y afectado, al mismo tiempo, por dos episodios económicos terribles: la burbuja del ladrillo y su consecuente burbuja de las hipotecas. Estas circunstancias fueron modulando poco a poco las ciudades: las personas que vivían en el centro de las mismas se retiraban a las afueras en busca de precios más económicos, al tiempo que el precio de las viviendas en el centro de las ciudades se encarecía. Ello se tradujo en un mayor número de desplazamientos en vehículo privado desde las afueras de las ciudades hacia el centro, lo que ha supuesto un empeoramiento de la calidad del aire y una pérdida de espacios públicos para los habitantes de la ciudad.
De todo ello habló el urbanista Antonio Giraldo en este webinar, presidido por el director de DERINRE, Manuel Ignacio Feliu Rey y el moderado por el Coordinador de LabDINTEC, Alejandro Zornoza Somolinos.
En su exposición, Antonio Giraldo utilizó su polémico proyecto, Parque 30, que consistiría en soterrar parte de la M-30 (la carretera que circunvala el centro de la ciudad de Madrid) y convertir su superficie en una gran zona verde, para ejemplificar cómo el desarrollo urbanístico puede (y debe) reinterpretarse para que las ciudades sean espacios para los ciudadanos y no para los vehículos.
Este proceso, paulatino, lento y sosegado, requiere la implicación de todos los actores sociales y políticos y un cambio de mentalidad en la forma en que los ciudadanos se desplazan e interactúan con los lugares que habitan. Insiste Giraldo en que no se trata de prohibir la utilización del vehículo privado, sino de transformar los espacios y los servicios para que el uso del transporte público sea la mejor opción para el ciudadano. Para lograr con éxito este aggionarmento, resultaría fundamental el análisis de datos masivos (Big Data) para conocer cuáles son los patrones de desplazamiento de las personas, tanto en transporte público, como privado o caminando o qué zonas son las que se procuran evitar y por qué. De algún modo, cabe concluir, el urbanismo inteligente no sólo requiere ser tecnológico, sino también sostenible, ecológico, duradero y útil.
